Para comenzar, quiero felicitar al estudiante que se ha interesado en averiguar qué dice la Biblia. Semejante investigación debe entenderse como un estudio de lo que Dios mismo ha comunicado al ser humano. La frase “la doctrina bíblica” quiere decir “la enseñanza bíblica”, y específicamente, en este curso, la enseñanza ordenada de los grandes temas presentados en la Palabra de Dios. Digo que le felicito porque al dedicarse a este estudio está resistiendo una tendencia negativa que ha estado vigente desde el pecado de aquel primer hombre hasta la fecha.

La historia de la raza humana parece ser la crónica de la criatura rechazando al Creador y su mensaje. Hoy más que nunca hay un prejuicio en contra de la doctrina bíblica. En parte se debe a una, casi universal, doble pasión: la del rechazo de lo antiguo considerándolo retrógrado y la del ardor por lo nuevo y diferente. También entra la prevaleciente filosofía de la tolerancia que admite miles de posibilidades enseñando que el pensamiento, o la opinión, aún el sentimiento propio, vale más y tiene más autoridad que cualquier libro, sobre todo uno que se considera anticuado.

Por otro lado también se debe al efecto acumulativo y oscurantista del pecado en la raza, factores que le impulsan al rechazo total de la autoridad de Dios. En este estudio de una introducción a la doctrina bíblica, aceptamos la autoridad de Dios y nos rendimos a ella, escudriñando y obedeciendo el libro que se denomina la Palabra de Dios. “¿La Palabra de Dios?” Pues, sí, y veremos algunos detalles al respecto en la primera división de nuestro estudio.

Por el Dr. Alberto Platt